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Primera sangre




Interesante propuesta de María Velasco, extraña y personal, oscura y provocadora: auténtico sello de esta dramaturga. Lástima que haya escenas o momentos que se entremezclan con diferente fortuna y la obra pierda toda su fuerza cuando se deja llevar por la denuncia directa sin sutilezas. La crítica social debería estar imbricada en lo expuesto y permitir al espectador que llegue a sus conclusiones.






La obra comienza con una proyección de dibujos animados de "Los tres cerditos" de Disney pero al poco tiempo el cerdito se convierte en lobo y las siguientes imágenes, de una película antigua coloreada, nos muestran un cerdo de tamaño humano que baila con una mujer de forma lasciva... Una perfecta declaración de principios. El fantasma de la niña Laura que fue violada y asesinada en España en los 90 aparecerá junto a sus amigas ya adultas.


Uno de los grandes hallazgos que nos brinda esta representación es la capacidad de transmitirnos una atmósfera de inseguridad, la inquietud que una joven siente cuando sale a la calle, expuesta como presa del hombre, con el fantasma de Laura asesinada, la sangre en una pared, el lugar sórdido en el que se transforma una calle normal o un parque (un osario). Sobra la "pasarela" elevada del decorado, a pesar de su posible simbolismo.

Excelente también la fusión del más allá, del fantasma cuya voz quiere dejarse oír, en un presente que parece sordo o que no cambia nada, a pesar de las violaciones y los asesinatos que hoy en día siguen ocurriendo.


Al otro lado, nos encontramos con el personaje del comisario interpretado por Francisco Reyes: resulta hierático, excesivamente inmovilista (un recurso que a veces utiliza María Velasco en sus últimas obras, un recurso con el que no termino de conectar), que rompe con el resto de la composición.


Las escenas breves, lentas o vertiginosas, se suceden creando un puzle cuyas piezas siguen desordenadas, desequilibradas y alejando al espectador (en mi caso) del interés de lo que ocurre en escena, hasta que vuelvo a conectar emocional e intelectualmente. Incluso me encuentro con algún conato inesperado al estilo de Liddle que me produce pavor... la mezcla de recursos dispares es incesante, hay una incontinencia que no termina por aterrizar. La ausencia de cohesión entre escenas no se compensa con la intensidad de lo representado, termina por generarme cierto cansancio e indiferencia.


En relación al elemento discursivo, me sobró, por poner un ejemplo, el listado de mujeres asesinadas ¿de los noventa? o algún alegato sobre la diferencia educacional de género.


El camino del miedo, el fantasma que nos persigue en el mundo de los vivos, la amenaza inherente en la sociedad agresiva actual, el lirismo que contrapone... son elementos que podrían haber configurado una obra más atractiva y más revulsiva a la conciencia del espectador, sin discursos, sin entremezclar tantos temas y estilos que al final no consiguen llegar a ninguna parte. Muchos impulsos dispares que estimulan poco.


¡Ay, mi María!


Texto y dirección: María Velasco

Intérpretes: María Cerezuela, Javiera Paz, Vidda Priego, Francisco Reyes y Valèria Sorolla

Escenografía: Blanca Añón

Iluminación: Marc Gonzalo

Vestuario: María Velasco

Audiovisuales: Miguel Ángel Altet

Sonido: Peter Memmer

Coreografía: Joaquín Abella

Ayudante de dirección: Ruth Rubio

Producción: Centro Dramático Nacional, Teatro Nacional de Catalunya, Ana Carrera y María Velasco (Pecado de Hybris)

Teatro: Teatro Valle-Inclán Del 26 de abril al 2 de junio de 2024

Duración: 110 minutos

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