Las apariciones
- Jesús Falcón
- 13 may
- 2 Min. de lectura
Actualizado: hace 5 días

Imaginar el futuro, cómo será tu vida como padre, cómo te verán tus hijos cuando ya hayas muerto, es la base de esta larga representación montada a base de sketches, con un inicio magistral que decae muy pronto y el interés queda relegado a los hallazgos de caracterización, al humor fácil.

Las cuatro primeras escenas son maravillosas, provocan la risa cómplice del espectador. Antes de empezar la función vemos una hornacina y los obituarios de Pablo Chaves y Fernando Delgado-Hierro, una presentación del espíritu y la esencia de la obra, un metateatro que juega con futuros posibles.
La hija y sobrina de cada uno de ellos reflexionan con ironía y humor sobre la figura paternal (la complicidad humorística ya surge porque los actores hablan de ellos mismos caracterizados en su papel femenino). En la segunda escena, asistimos al encuentro entre los dos amigos cuando ha nacido la hija de Fernando, aunque resultará ser más un desencuentro (muy curioso como va derivando la conversación, acertados los silencios antes de expresar lo que sienten). Luego seremos testigos de la niñez de la hija con una hilarante conversación en la que Fernando intenta explicarle que el gato que ha muerto no va al cielo de los animales... La dificultad de decir la verdad, la que uno piensa, sin recurrir a la versión que tranquilizaría a su hija, en definitiva, el ser congruente con uno mismo.
Hasta aquí todo ha funcionado muy bien. A partir de entonces, las microescenas no siguen una línea temporal y el torbellino de situaciones que se suceden parece que sólo busca hacer reír a toda costa, donde la originalidad se basa en la genial caracterización pero donde todo resulta superficial. Hay escenas íntimas, drama, que resulta ineficaz y fuera de contexto entre tanto chiste fácil. Hay parodias muy logradas, como el personaje del psiquiatra, pero ya nada puede remontar la función. La fragmentación sin costuras queda en evidencia. Los personajes se han diluido, las intenciones se esfuman, todo acaba en pirueta.
Cuando quieren desarrollar una escena de mayor duración, el resorte del sketch se resiente y desinteresa la situación: el éxito desbordante del escenógrafo, por ejemplo, en una fiesta de música, alcohol y drogas, satura.
Un valor indiscutible es la caracterización en los diferentes personajes, en el gesto que les confiere entidad particular. La gracia que desparraman los dos actores es lo mejor de la función.
Durante la obra se proyectan textos reflexivos que son un valor añadido a la representación pero a veces resultan excesivos y son difíciles de compaginar con la acción en escena: o lees o miras.
Quienes acudan a ver esta obra pensando en aquella maravilla que se llamaba "Los Remedios" pueden sentirse defraudados, como me ha ocurrido a mí.
Texto: Fernando Delgado-Hierro
Dirección: Juan Ceacero
Intérpretes: Pablo Chaves y Fernando Delgado-Hierro
Escenografía: Pablo Chaves
Iluminación: Rodrigo Ortega
Vestuario: Paola de Diego
Sonido: Daniel Jumillas
Ayudante de dirección: María Martínez Rivas
Producción: Centro Dramático Nacional y Juan Ceacero/La_Compañía exlímite
Teatro: María Guerrero Del 9 de mayo al 15 de junio de 2025
Duración: 120 minutos

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