Market

Market es un thriller psicológico que te mantiene intrigado hasta la última vuelta de tuerca. Un gran entretenimiento que nos habla de la manipulación de las personas y la fragilidad de la privacidad.

En el escenario vemos un banco. Nacho León invita a los espectadores a que imaginemos una papelera o una farola (marca su posición en el suelo con tiza) en un parque. Presenta a los personajes y la magia del teatro surge tras el fundido.

Dos jóvenes, Luis y Juan, se encuentran en el banco del parque. En apariencia no se conocen, pero pronto descubriremos que tienen algún punto en común.

En los diferentes encuentros iremos conociendo poco a poco detalles de las vidas de cada uno. No revelo nada nuevo si comento, como se intuye desde el principio, que uno de ellos querrá algo del otro.

Javier, asediado pero no inocente, pasará por estados de desconcierto, rechazo, rebeldía, aceptación... ante la situación inesperada en la que se encuentra.

Miguel Ángel Somé tiene un papel que le permite demostrar su valía actoral en las diferentes situaciones emocionales de su personaje. Nacho León también hace un buen trabajo, espontáneo, manipulador, pero con un papel más neutro. Aquí he echado en falta un mayor enriquecimiento del personaje: mantiene una permanente actitud de observador, con las manos frecuentemente dentro de los bolsillos, como si no le importara cómo va a reaccionar el otro, seguro de sí mismo. Es una opción muy válida, por supuesto, pero limita la posible complejidad del personaje y una mayor intensidad o ambigüedad frente al otro.

La obra está bien dirigida por José Carpe, atento a crear un dinamismo lógico que evite el diálogo estático entre los dos actores. Es una dirección al servicio de la historia, que da alas al juego que plantea, nada fácil llevarlo con ese interés que despierta y que se mantiene hasta el final.

La gran virtud de Market reside en el trabajo bien hecho que no pretende ir más allá de lo que se plantea y consigue que disfrutemos mucho de este divertimento de muy mala baba.