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La mirada del otro


Hay realidades muy cercanas, heridas de nuestra historia reciente que todavía duelen. El conflicto de la sociedad vasca es una de ellas. Abordar estos hechos y convertirlos en un relato de ficción fiel es un gran reto: ir más allá del documento, del hecho social y crear una dramaturgia propia, acercarse a los sentimientos de unas personas concretas. La mirada del otro es esta obra.


En una sala de una cárcel, una abogada afrontará un proyecto, en el más estricto de los secretos, que permitirá el encuentro de víctimas de ETA con miembros disidentes de esta banda armada. Los terroristas no recibirán ningún beneficio penitenciario, el encuentro es voluntario. Un proyecto que busca un acercamiento, una vía para la convivencia, un medio para seguir adelante...

Estíbaliz se encontrará con Aitor, el hombre que asesinó a su padre, un concejal. Han pasado 14 años. Antes de ese encuentro, los dos tendrán que reunirse con la abogada mediadora hasta que se encuentren preparados.


La primera escena, un auténtico prólogo, se abre con la proyección de escenas de campo, de niñas jugando... con la voz en off de ella y de él, que se intercalan como las dos caras de sus años de juventud. Ella recuerda su infancia, la importancia que su padre daba a la palabra como medio de entenderse ante la diferencia, el significado de la palabra amor para ella. Él recuerda su amor por su patria, por su tierra, la juventud entusiasta entre compañeros, la necesidad de demostrar ese amor con la acción. Y ¡pum! se va escuchando ¡pum! en este diálogo separado de los dos.


Tras un fundido, la abogada nos cuenta el proyecto, su primera experiencia en la cárcel. Iremos viendo, en escenas cortas, las reuniones que tiene con cada uno de ellos, el pulso cauto que mantiene para que todo avance de forma natural, sin forzar, desde el respeto a las emociones encontradas que él y ella van experimentando. La tensión inicial se palpa, la dificultad de expresar todos los sentimientos por primera vez. Es fácil ponerse en la piel de cada uno, entender sus dudas o miedos por ese encuentro, qué decir, qué espero, cómo va a reaccionar el otro, para qué va a servir...

La primera vez que se ven, el silencio inicial, las miradas y, por fin, las palabras que van brotando... Unas emociones que ellos nos transmiten con una realidad cercana y nos estremecen en la butaca.


La dirección es contenida, evita el excesivo dramatismo que restaría veracidad a las escenas y mantiene también un delicado equilibrio en un tema todavía muy difícil de digerir, muy sensible. Esta contención es inevitable, incluso acertada, pero también resta energía a la dramaturgia. Las interpretaciones se ajustan a este espíritu del proyecto teatral.

La escenografía es austera, dos mesas y tres taburetes que se mueven continuamente (a veces de forma innecesaria), con una cortina gris de fondo en la que se ven algunas proyecciones. Austeridad que nos incluye en la frialdad carcelaria sin decorado; los protagonistas son ellos, en sus soledades y sus palabras. La música juega un papel importante en la memoria de los personajes.


La mirada del otro es una obra necesaria, honesta, profunda, trágica en su realidad, contundente. Es un ejemplo de cómo se puede partir de una realidad documentada y transformarla en una dramaturgia de carne y hueso. Un teatro social que no olvida que las personas están por encima de los hechos, un teatro que permite la reflexión social y humana, una mirada a los otros.


Idea original: María San Miguel

Dramaturgia: María San Miguel y Chani Martín

Dirección: Chani Martín

Intérpretes: María San Miguel, Nahia Láiz, Pablo Rodríguez

Ayudante de dirección: Javier Galán

Escenografía: Karmen Abarca

Iluminación: Raúl Romo

Vestuario: Susana Moreno

Música original: Jorge Arribas

Producción: Proyecto 43-2

Teatro: La Abadía 15 a 23 de marzo de 2019. Reposición

Duración: 75 minutos

Nahia Láiz ha sustituido a Ruth Cabeza

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