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La clase de griego (2011) de Han Kang

  • Foto del escritor: Jesús Falcón
    Jesús Falcón
  • 1 jun
  • 3 Min. de lectura

El premio Nobel de Literatura concedido a la surcoreana Han Kang nos da la ocasión de conocer con mayor amplitud su obra, original, inteligente y extraña. Tras "La vegetariana" leo esta novela y vuelve a impactarme su belleza, profundidad y sorprendente argumento.





Dos historias humanas confluyen en la mitad de sus vidas: un profesor de griego y una mujer que acude a sus clases. Él se está quedando ciego, ella pierde el habla...

La mujer, en los últimos seis meses, ha perdido a su madre, se ha divorciado y pierde la custodia de su hijo de 8 años. No es la primera crisis por la que ha dejado de hablar. Desde niña sentía fascinación por el lenguaje pero al llegar a la adolescencia enmudece, el lenguaje la aprisiona, la hiere... La narradora nos dice "si el primer silencio se parecía al de antes del nacimiento, el de ahora se parece al de después de la muerte".

El profesor de griego sabía desde niño que un día se quedaría ciego y a sus 35 años empieza a tener dificultades de visión. Vive solo en un piso a oscuras, imparte sus clases a un pequeño grupo de estudiantes. Ha vuelto a Seúl después de muchos años en Alemania, es un extraño de nuevo.

El texto alterna la narración en primera y tercera persona, intercala las historias del pasado de los dos protagonistas con el presente, el cruce de caminos que quizá cambie unas vidas que van a la deriva, a la soledad más anuladora.


Han Kang tiene una portentosa capacidad para describir las sensaciones, en un estilo poético y directo, con tal fuerza que golpea al lector y lo acerca "peligrosamente" al padecimiento inexplicable, pero comprensible, del personaje. Ya nos dejó alguno de esos momentos en "La vegetariana". Un ejemplo:

"Era un silencio frío y extraño, como una sombra sin cuerpo, como el tronco vacío de un árbol muerto".


Sus personajes se encuentran en un estado de desequilibrio, manifiestan actitudes extremas consecuencia de su inadaptación al entorno: un grito inconsciente, una llamada de auxilio que no es entendida. Vidas rodeadas de soledad que podrían transformarse con el contacto humano pero que, en su aislamiento, llevan a la depresión o, en otras ocasiones, a la búsqueda de la indiferencia como mecanismo de defensa ante la tristeza y, a pesar de ello, esta no desaparece.

En el personaje de ella hay una transformación cuando pierde la capacidad del habla, siente su cuerpo solidificarse, pierde su personalidad y se hace más receptiva a las sensaciones, el gusto, el tacto... incluso se siente agua fría a su contacto aunque no lo sea. Una vez más, como en la vegetariana, el personaje femenino sufre una metamorfosis con la naturaleza, la sensibilidad se unifica con el entorno, se abandona a él y se aleja de sí misma. Al mismo tiempo, el artificio del lenguaje (a pesar de la paradoja de ir a clases de griego en Corea) lo vive como algo ajeno, como todo lo humano que la rodea "Ahora está vacía de lenguaje. Las palabras y las oraciones la siguen, separadas de ella como el alma se separa del cuerpo, pero lo suficientemente cerca como para verlas y oírlas" (página 65). Las palabras se escriben para no olvidarlas, ella quiere olvidar y no sentir, enmudecer.

La novela es dura pero no permanece en el drama, parece siempre que hay una salida, una esperanza, a lo largo de esas páginas impregnadas de tristeza.

"La primera vez que me abrazaste...Tomé conciencia de que el cuerpo humano es triste, de que está lleno de zonas cóncavas, suaves y vulnerables, como brazos, axilas, pecho y entrepierna; de que es un cuerpo nacido para abrazar y desear el abrazo de alguien" (página 120).


Las páginas de la novela están repletas de belleza desgarradora.


Para terminar estas anotaciones, no puedo dejar de mencionar (advierto que destripo algo el argumento) la maravillosa escena en la que los dos personajes entrecruzan sus vidas y sus limitaciones en la oscura habitación, un espacio en el que se produce una simbiosis espiritual y sensual. "No se ve ni se oye nada. Ya no existen labios ni ojos".






Editorial: Random House

Páginas: 174



















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