El mal de la montaña
- Jesús Falcón
- 10 feb 2022
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 4 feb 2023

Tres amigos se reúnen en un espacio abandonado y cuentan sus historias, aunque nadie les escuche. Desazón, melancolía y vacío son los sentimientos que afloran en una crisis existencial que se expresa alejada del realismo argumental. La obra cae pronto en un vacío que deja de interesarme y me provoca aburrimiento.

Una casa abandonada con dos sofás, un aparato de música, paredes llenas de humedades, ventanas sin cristales a través de las cuales se ve la naturaleza invasora. La función empieza con esos dos sofás que se van inflando, en la oscuridad oímos el ruido del aire a presión (varios minutos); tres jóvenes nos cantan dos canciones de karaoke con un entusiasmo desaforado, son canciones que destilan esa melancolía que impregna toda la obra.
Estos amigos aparecen por la casa algunos días y en ese encuentro se cuentan sus historias pero no hay diálogo, entre ellos no se escuchan. La primera historia resulta curiosa y tristemente divertida, nos da la clave de toda la obra: Manu rememora la ruptura con su pareja centrado en el momento perfecto, el día gris, la lluvia... hasta que un vagabundo se cruza con ellos y se pone a mear, estropea la escena idílica; le obsesiona esa ruptura del momento, las diferentes imágenes y lo que recordará ella de toda la situación; en esa obsesión, repetirá toda la descripción y la repetirá... y empezará a cansarme la obra. Esta historia es la clave de todo lo que va a venir: la soledad de los personajes, que no se rompe cuando quieren compartir sus preocupaciones, por la incomunicación entre ellos; la banalidad de unos jóvenes egocéntricos y superficiales; la infelicidad por no cumplir la vida sus expectativas; el estado anímico de frustración y depresión; la obsesión que brota de todo ello. A esto se añade la repetición de esquemas que se agotan muy pronto.
La relación fallida de Tino, la agresividad de Ramo hacia los pobres o cualquiera que pueda suponer una amenaza para él o la obsesión de la joven cuyo ex-novio no podía pronunciar su nombre... tienen mucho menos interés como historias y no se saca ningún juego de ellas. La falta de desarrollo de cada idea contenida en las diferentes historias narradas se rellena de vacío escénico.
Aparecerán unos encapuchados con bolsas de papel y rostros amenazantes dibujados que asemejan al hombre del saco cuya interpretación simbólica queda en manos de cada espectador.
La obra está impregnada de simbolismo, roza la técnica del absurdo y se aleja conscientemente del realismo representado. El problema de "El mal de la montaña" es que las propuestas que plantea me parecen de escaso contenido una vez que entras en el cuerpo de la obra. Si el espectador se desinteresa y cae en el aburrimiento, la obra ha fracasado.
Los actores están por debajo de su potencial, el tono declamativo y gestual pasa del exagerado (no siempre para provocar la comicidad) al deshilvanado.
"El mal de la montaña" es una propuesta inteligente con un desarrollo escaso y deficiente que pierde todo el interés. Contada en 15 minutos podría haber sido magistral.
Texto: Santiago Loza
Dirección: Francesco Carril y Fernando Delgado-Hierro
Intérpretes: Ángela Boix, Francesco Carril, Fernando Delgado-Hierro y Luis Sorolla
Escenografía: Paola de Diego
Iluminación: Paloma Parra
Sonido: Sandra Vicente
Ayudante de dirección: Raquel Alarcón
Producción: Buxman Producciones y Teatro Español
Teatro: Español Del 10 de febrero al 3 de abril de 2022
Duración: 90 minutos




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