Mordrake, canción de cuna

Mordrake es una obra claustrofóbica y gótica, con una historia dura, a veces rocambolesca, que entretiene mucho y mantiene el interés, a pesar de contar con un texto irregular. La eficaz dirección e interpretación elevan el tono de la obra.

Edward Mordrake fue considerado una persona real gracias a un artículo publicado en 1895, en el Boston Post, en el que se decía que presentaba una extraordinaria anomalía: tenía dos caras y la posterior sólo podía reír y llorar. Procedía de una familia aristocrática, vivía sin contacto con el mundo y a la edad de 23 años se suicidó.

La obra tiene un inicio truculento. Mordrake se encierra en su cuarto y no da señales de vida. Su madre, la condesa de Darlington, desesperada, intenta comunicarse con él y, al mismo tiempo, conseguir mantener la casa tras la muerte de su marido. El mayordomo y hombre de confianza contrata a una joven para que cuide de la casa. La chica, que es una prostituta, perturba el aislamiento de Mordrake.

Destaco la interpretación que los cuatro actores han realizado al servicio de una historia que, con algún fallo argumental, en otras manos no resistiría. La dirección ha sido muy importante para potenciar los mejores momentos del argumento y conseguir plasmar los personajes en todos sus matices; incluida la ironía.

Otro gran hallazgo ha sido el efecto de transparencia conseguido con la iluminación para poder ver la habitación de Mordrake cuando éste permanece encerrado y permitir observar la acción de personajes a ambos lados cuando es necesario.

El texto es algo flojo aunque tenga algunos hallazgos y el argumento entretiene. El interés se mantiene por el buen hacer de intérpretes y dirección.

Texto: Ana de Nevado

Dirección: Ana Cavilla

Actores: Charo Gabella, Elena Rey, Guillermo Llansó y Karlos Aurrekoetxea

Escenografía e iluminación: Elena Alexandre

Vestuario: Agujainquieta

Música original: Aitor Almuedo

Teatro: Sala Nada